Por fin, después de haber pensado tanto y tanto en la Isla de Pascua, íbamos a tener la suerte de poder visitarla… Siempre habíamos visto la isla como algo tan lejano, tan distante de nosotros que, cuando llegó el día de tomar el avión no nos lo podíamos creer. Y es que está tan lejos de todo, tan apartada del continente y del país al que pertenece (aunque una gran parte de los Rapa Nui no se sienten parte de Chile, como se ve en algunos carteles reivindicativos de la isla, recortes de prensa expuestos en Hanga Roa, etc…) que el simple hecho de ir hasta allí ya impresiona.
Información técnica y práctica sobre la isla hay muchísima por internet, así es que nosotros lo que os vamos a contar es nuestra experiencia personal en este triángulo de tierra de 16 x 17 x 24 kilómetros, situado en medio del Océano Pacífico a 3500km del continente.
Habíamos leído mucho sobre la isla, y una de las cosas que más se repiten en los blogs de viajes era lo caro que es todo. Comenzando por los pasajes de avión. Nosotros lo miramos con bastante antelación y flexibilidad para viajar y al final conseguimos vuelos de ida y vuelta para estar allí una semana (hay bastante gente que se queda menos días pero, para una vez que íbamos a ir, no queríamos quedarnos cortos), Santiago de Chile-Isla de Pascua-Santiago de Chile, nos costaron 360 euros por persona (solemos buscar los vuelos en http://www.skyscanner.es/ y por ahora nos ha ido bien).
En cuanto al alojamiento, miramos un montón de opciones. Hay un par de campings, uno muy bien ubicado bien cerca del mar, con muy buenas vistas ¡buen pinta! y, también, múltiples alojamientos y casitas o cabañas de alquiler. Nosotros escribimos a un montón de sitios y al final nos quedamos con la opción (a través de Portal Rapa Nui) de una casa a la que llamaban “Casa Pont” para siete días, más tres días de alquiler de coche incluido, todo por 495000 pesos (unos 640 euros) para los cuatro (recordad que teníamos visita 🙂 ). La casa está en airbnb, pero el precio es mucho más caro de lo que pagamos nosotros. Era bastante grande, había tres habitaciones, dos baños, cocina, comedor y un gran jardín que tenía una sauna finlandesa (creemos que sin estrenar, porque con el calor-humedad que había por allí… no hacía falta). En general estaba bien, aunque un poco descuidada (nada que no hayamos visto antes) baldosas que faltan en el baño y no se han repuesto, jardín algo agreste… jeje. No se trata de una cabaña montada expresamente para alquilar, sino de una casa donde alguien ha vivido antes y la alquilan con los muebles viejunos que ya tiene la casa desde hace años. Tampoco íbamos a estar tanto tiempo en la casa, así es que nos pareció más que suficiente.

Por último estaba el tema de la comida. La verdad es que allí es cara (nos avisó incluso el señor de la casa), así que nos llevamos un par de cajas con comida desde Santiago de Chile. Todo el mundo lo hace y en el avión no te ponen ningún problema. Llevamos café, leche, mermelada, atún, pasta, queso, tomates, alguna salsa, frutos secos, una pieza de carne bien grande envasada al vacío e incluso un par de botellas de vino y una de pisco. Luego allí fuimos comprando cosas sueltas varios días: patatas, cervezas, algún snack, carbón… y la verdad es que para cositas puntuales es soportable, pero como referencia un kg de patatas valía 2,5€, o un kg de harina 2€ . O sea, que llevándote cosas del continente ahorras, y como lo normal es que de tu alojamiento te vayan a recoger al aeropuerto (está súper cerca de la ciudad), y tampoco es que tengas que ir cargando tú con el peso, es buen plan hacer la compra grande en tierra firme antes de volar a la isla.
NUESTRA EXPERIENCIA EN LA ISLA DE PASCUA
A las 6 de la mañana nos recogió el transfer que habíamos contratado (esto de ir con parte de la familia… son más señoritos que nosotros y no les motivaba tener que ir cambiando entre taxi, metro, bus, con las maletas, así es que, transfer directo) y nos dejó en el aeropuerto sobre las 7am. Hicimos check in y nos tomamos unos cafés en el Dunkin Donuts del aeropuerto de Santiago donde, por cierto, no funcionaba el WiFi.
Embarcamos y en seguida pusimos rumbo a Mataveri, el aeropuerto de la Isla de Pascua. El vuelo fue tranquilo, cada uno teníamos pantallita individual con pelis bastante decentes (vimos Spotlight -MUY buena- y El Hobbit). Y entre la comida y dormir un poco llegamos casi sin darnos cuenta. Cuando estábamos aterrizando un escalofrío me recorrió la espalda… no me podía creer que estuviéramos allí. Antes de bajar Javi y yo nos asomamos por la ventana, nos abrazamos y se me saltó una lagrimilla de emoción.
Un golpe de calor y humedad nos recibió en cuanto pusimos el primer pié fuera del avión. ¡Uf! Hay que cambiarse de ropa ¡YA! Bajamos del avión con una sonrisa de oreja a oreja, mirando hacia todas partes y haciendo fotos sin acabar de creer donde estábamos… Creo que es el aeropuerto más pequeño en el que hemos estado jamás.
Lo primero que hicimos fue comprar las entradas para el Parque Nacional en la caseta del CONAF. Nos habían dicho que hacían falta para entrar en O’rongo y en Rano Kau, aunque a nosotros nos la pedirían más veces. La entrada tampoco es barata, son 30.000 pesos chilenos, que vienen a ser algo menos de 40€, pero hay que pagar si o si. Al salir nos dimos cuenta de que se habían equivocado y nos dieron ocho entradas en vez de cuatro… A ver qué hacíamos con ellas.
Salimos y nos recibió una señora que llevaba un cartelito con mi nombre y un collar de flores para cada uno de nosotros ¡La primera vez en mi vida que me pasa eso! Jijiji me hizo hasta ilusión. La señora, que se encargaba del transporte, nos llevó a la casa y nos explicó un poco lo que hay que ver en la Isla, de paso nos dijo que ella vendía entradas para los espectáculos nocturnos, pero no sabíamos si nos interesaría.

Llegamos, nos recibió el propietario, nos explicó más o menos cómo funcionaba todo y nos presentó a los dos perros que vivían en la casa… sí, íbamos a tener dos perros y un gato. A los perros los bautizamos como Rapa y Nui y el gato, la verdad, iba muy a su bola.
Preparamos algo de comer, comimos allí y salimos a conocer la población de Hanga Roa, la única de la Isla. No es nada grande, así es que se va caminando a todas partes. Llegamos a tiempo a la oficina de turismo, donde nos dieron un mapa y nos explicaron algunas cosas para hacer. Te dan un mapa bastante bueno e información que viene bien aunque es algo genérica. Había alguna zona que nos interesaba por desconocida, pero de eso obtuvimos poca info. A esas zonas nos recomendaban llevar guía (y no era nada barato) pero nos gusta más ir un poco por libre así que ya nos buscaríamos la vida.
Callejeamos por el pueblo, nos dimos un pequeño chapuzón y paseamos bordeando la costa hasta llegar a una playita-embarcadero que había algo más al sur, allí vimos nuestro primer moai… te quedas un poco con cara de tonto, no sabes bien si es “de verdad” o no, si tan solo es un reclamo turístico… miras, remiras… y sí, esto parece un Ahu (altar) con su moai. Hicimos algunas fotos y se nos puso a llover de repente. ¡Qué rápido cambia el tiempo por aquí! Pero tuvimos suerte… y la isla nos regaló un maravilloso arcoiris de bienvenida. Paseamos, tomamos cervecitas para refrescarnos y nos acercamos hacia el norte de Hanga Roa, pasamos por el cementerio, que es bastante curioso pues se mezcla iconografía cristiana y Rapa Nui, y después seguimos caminando para llegar a ver el atardecer a la zona conocida como Tahai, que es un centro ceremonial con tres ahus y alguna otra estructura arqueológica.

Destaca el Ahu Vai Uri, delante del cual se disfruta de la mejor puesta de sol de la isla, y el Ahu ko te Riku, al que en su restauración le pusieron ojos de coral blanco y escoria roja tal y como se supone que tuvieron en su día todos los moais. Este también lleva pukao, los “sombreros” hechos de escoria roja que salían de una cantera distinta a la que se tallaban los moai.
Aunque parecía que el clima no nos iba a respetar, clareó y pudimos disfrutar de una puesta de sol preciosa que permanecerá como recuerdo en nuestra retina para siempre.
Nos fuimos a casa a preparar algo de cenar y a dormir, que estábamos agotados del intenso día.

Nos levantamos y desayunamos copiosamente en casa. Habíamos decidido que el primer día no íbamos a pedir el coche de alquiler (había que seleccionar, pues sólo lo alquilábamos 3 días), así es que nos animamos a caminar para recorrer la parte Sur de la isla. Salimos a pasear por el pueblo y nos acompaña uno de los perros de la casa (Nui) y un par de perros de los vecinos. Pensábamos que se cansarían pronto pero no, los tres nos acompañaron prácticamente todo el día.
Caminamos hacia Ana Kai Tangata, que es una cueva abierta al mar donde hay unas pinturas rupestres de pájaros. Hay que bajar unas escaleritas, y al fondo, arriba, se ven las pinturas (si te fijas bastante). Seguimos caminando hasta la caseta del CONAF y algo más adelante comienza la subida al volcán Ranu Kao, se le llama sendero Te Ara o Te Ao. Se puede subir en coche hasta el mismo cráter, pero ya sabéis que nos gusta caminar, así es que allá vamos. No es una subida exigente, pero hace calor… Javi se queda abajo y consigue vender una de las entradas extra que tenemos (ya nos ha costado algo menos entrar…). Es temporada baja y no hay demasiada gente, así es que casi que nos damos con un canto en los dientes… jeje
El camino es muy fácil, no hay pérdida, y en poco más de una hora y media de subida suave llegamos al borde del volcán. ¡Pero qué maravilla! Nos quedamos absolutamente impresionados. ¡Es precioso! Es un área de protección de flora nativa… y se ve tan redondito… muy bonito. Como curiosidad, habíamos leído que su erupción fue una de las tres que dieron origen a la isla hace unos dos millones y medio de años. ¡Casi nada!

Si sigues caminando hacia arriba se llega a la aldea ceremonial de O’rongo. Para entrar nos piden el ticket y nos anotan en el libro de registros. Hay un pequeño centro de interpretación con información de la zona, es interesante. Entre otras, explican que esto no era un lugar de residencia, si no que aquí se celebraba la competición (competencia, lo llaman aquí) del hombre pájaro. Todos los años un joven de cada tribu del pueblo competía para ser el primero en descender corriendo los acantilados y llegar a nado a un pequeño islote al frente de la aldea (Motu Nui), coger el primer huevo del pájaro Manutara y llevarlo al jefe de su tribu, que, desde entonces, se convertiría en el nuevo gobernante de la isla por un año.
En la peli Rapa Nui, de 1995, se habla de esto. La peli no nos pareció ninguna maravilla, aunque es entretenida, y tiene algunas “licencias” que no se corresponden con la realidad, como la ubicación de la cueva de las vírgenes, por ejemplo. En cualquier caso, esto del hombre pájaro lo cuentan bastante bien.
La aldea de O’rongo tiene un montón de “casas barco” y algunos petroglifos, vale la pena recorrerla con calma. Te dan un planito para que sepas donde estás, que al menos, ayuda un poco, porque tampoco hay información en cada punto.

Tras visitar la aldea comenzamos a bajar hasta un árbol que hemos visto en la subida, y comemos allí, a la sombra, unos bocatas que nos habíamos preparado por la mañana. Un poco de agua (si vais, llevad agua, que no se os olvide) y Javi y yo decidimos caminar hacia el otro lado del volcán, para rodear el cráter. por la izquierda. Llevamos la aplicación del móvil maps.me que de nuevo es súper útil (para la isla de Pascua 100% recomendada, marca cosas difíciles de encontrar sin guía o una app así). Seguimos las indicaciones del maps.me y en seguida llegamos a un camino que lo hacemos medio caminando medio corriendo. Mi mami y JK nos esperan en Hanga Roa tomando un helado en una heladería artesanal bien buena con vistas al mar.
El camino es bonito, y llegamos al lado opuesto del cráter donde estamos completamente solos con unas vistas de infarto (bueno nosotros y los tres perros, que parecía que se iban para el pueblo con mi madre y JK pero al final se quedaron…)
Es precioso, se ve el Motu Nui y el cráter, todo para nosotros… tranquilidad. Sin duda, recomendamos al 100% ese camino.

De vuelta nos metemos un poco free style por un bosque buscando un camino que empalme con la carretera algo más abajo y así bajar por la ruta de coches de modo que nos quede un recorrido circular. Al poco de salir a la carretera nos para un señor que se ofrece a bajarnos y aceptamos… de camino nos cuenta que hace tours y excursiones a pescar pero, la verdad, son bastante caros. Nos damos cuenta de que los perretes no nos siguen y nos entra un sentimiento de pena que hace que una vez llegamos abajo con el señor, volvamos a hacer caminando el recorrido hacia atrás a buscarlos… ¡vaya par! Javi se adelanta un poco y al rato vuelve con los tres… ¡menos mal! Se les ve agotados, hace muchísimo calor y no han bebido nada porque no hay agua por el camino así que van bastante despacio, pero es que se han pegado buena paliza! Al final pedimos agua para ellos en un restaurante y se la bebieron ansiosos…
Entre unas cosas y otras llegamos tardecillo a la playa así que cambiamos el helado por unas cervecitas en una terraza. Nos cuestan 2000 pesos cada una que son como 2,5€, teniendo en cuenta dónde estamos es asumible.
Esa noche nos animamos a hacer en casa un asadito con la carne envasada al vacío que nos habíamos traído de Santiago. Colita de cuadril y unas patatas y cebollas asadas con una botella de vino chileno, buenísimo todo. Esta bien que la casa, en el jardín, tiene parrilla, que viene muy bien para estas cosas.
A la mañana siguiente vino Francisco, el propietario, a traernos el coche. Tal y como habíamos quedado era un Jimny, la verdad en muy buen estado, nuevecito. Salimos de casa y Nui, el perrete que se vino ayer ni nos miró.. jajaja debia estar muertecito del día anterior. Ese primer día con coche fuimos a recorrer la carretera del sur-este de la isla y a conocer las distintas calas rocosas de esa zona de la isla y sus correspondientes Ahus (altares) con moais. Estos altares no están en muy buen estado, hay muchos moais que no se han levantado y son menos espectaculares que los principales, pero tienen su encanto.
Comenzamos por Hanga Te’e, donde la verdad, estábamos solos. Solos del todo. Paseo, fotitos y seguimos ruta. Almorzamos en AkaHanga, otra cala de la zona que también tiene restos arqueológicos que no han sido restaurados. Dicen que en este ahu hubo 12 moais. Y ahora lo que se ve son restos de moais volcados. Desde ahí dudábamos qué hacer por la tarde. Como salió el sol decidimos ir a la cantera de la que se extraían los moais, que está en las faldas del volcán Rano Raraku. De nuevo nos piden el ticket del parque y además aquí nos indicaron que a todos los sitios de la isla se puede entrar las veces que se quiera salvo a Orongo y Rano Raraku, que solo permiten el acceso una vez con cada boleto. Nos encantó la visita, aunque esperábamos (yo al menos) que hubiera algún moai semi excavado, pero no. Sí que se pude ver alguno a mitad de extraer de la propia roca, pero de la mayor parte se ve solo la cabeza fuera de la tierra. Hay fotos de cuando se hicieron excavaciones, pero se documentó lo que había y ahora están cerrados.


Fue emocionante caminar entre esos moais inacabados, para los que el tiempo se detuvo hace cientos de años… es algo especial. Hay más de trescientos moais en distintas fases de construcción, se ve algo insólito, un moai arrodillado (a ningún otro moai se le ven piernas) y también se ve el moai más grande de toda la isla, con 21m, que está sin acabar de tallar… muy impresionante.
Después de recorrer la cantera accedimos al cráter, que está bien pero no tiene nada que ver con Rano Kau, que era mucho más chulo. Nos quedamos un ratito ahí descansando y emprendimos la vuelta no sin antes acercarnos al Ahu Tongariki, que es la cala rocosa donde está es el ahu más grande y más famoso, allí hay quince moais que se restauraron gracias al gobierno japonés. De nuevo nos pidieron el ticket del parque para entrar, así que mala idea para el que no los quiera comprar. Los vimos, nos hicimos un montón de fotos y nos despedimos del lugar temporalmente, pues pensábamos regresar a ver amanecer a ese Ahu.

Volvimos a Hanga Roa y paseamos un poco por el pueblo, tomamos unas cervecitas (que no falten que hace mucho calor, y nos gustan mucho…) hicimos algunas compras y nos fuimos a casa a cenar y descansar. Había sido un gran día.
Al día siguiente nos dedicábamos a recorrer la parte oeste de la isla. Pero antes tuvimos ocasión de disfrutar de algo muy especial. Todos los domingos, a las 9 de la mañana se celebra en a iglesia de Hanga Roa una misa Rapa Nui, y allá que fuimos. Los hombres vestían camisas de flores y las mujeres llevaban flores en el pelo. La misa se corresponde mucho con una católica en español, pero cada cierto tiempo se entonaban cánticos en Rapa Nui mientras un pequeño grupo de hombres hacían sonar armónicamente instrumentos desconocidos para nosotros. Era curioso ver ese sincretismo entre la religión católica y las costumbres y prácticas propias de la isla.
Una vez terminó la misa nos fuimos de ruta. Empezamos en Puna Pau, la cantera de donde se extraían los sombreros de los moai, es la única de piedra de color diferente, una piedra porosa rojiza (escoria). Es pequeña, pero chuli, hay algunos sombreros dejados caer por ahí. Javi se subió en modo runner a un cerro que había ahí al lado y los demás paseamos tranquilamente mientras bajaba, que lo hizo bastante rápido.
Seguimos camino en coche y fuimos a Ahu Akivi. Son siete moais que se supone que son los únicos que miran al mar, aunque allí nos dicen que en realidad ninguno mira al mar, si no a aldeas y, en este caso, la aldea estaba entre el Ahu y el mar. Hoy también toca caminar un rato y desde el mismo parking nos indican el camino para subir a Maunga Terevaca, que es el punto más alto de la isla, con sus 511m de altitud. Vamos caminando los cuatro y poco a poco llegamos a la cumbre, donde hace un viento impresionante. Se dice que desde ahí se puede percibir la curvatura de la tierra en el mar, ya que no existe tierra a menos de 3000km. Y en efecto, así es. No sé si es sugestión o realidad, pero a todos nos parece que se ve muy bien la curva… qué inmensidad, qué plenitud… esto me recuerda más que nunca una frase que dijo una vez una profe en la universidad refiriéndose a un cuadro y que hemos recordado muchas veces entre risas “La inanidad del ser humano frente a la inmensidad de la naturaleza” y aquí esa inanidad se percibe más que en ningún otro lugar. ¡¡Qué poca cosa somos!! (modo freak off).

Tras un rato en la cima nos separamos. Mi madre y JK se van de vuelta a por el coche y desde ahí se irán a Anakena, la única playa de arena de toda la isla (en realidad al lado hay otra, Ohave, pero no está permitido el baño). Nosotros bajamos en modo trail hacia la zona noroeste de la isla desde donde también llegaremos a Anakena, pero alguna hora después. Esa zona es poco turística (o nada), hay algunos tours que te llevan a conocerla, pero son los menos y son caros. Nosotros nos lanzamos en free style hacia abajo (perdernos es difícil, pues tampoco es tan grande la isla…) Gracias al maps.me identificamos algunos restos arqueológicos de la zona, petroglifos, ahus y alguna cueva. Tan solo nos encontramos con otra pareja recorriendo esa zona.

Vamos alternando caminar y correr, no hay camino definido, pero más o menos te vas ubicando y llegamos sin dificultad a Anakena. ¡Que playa más paradisiaca! arena blanca y agua turquesa… perfecto. ¡Bañito y a comer ¡Qué calor! Nos hemos ganado una cervecita en el único chiringuito del lugar. Hay una zona tipo merendero con un montón de gente que está preparando asados, a la sombra de palmeras que se trajeron de Haití hace algunos años.
Pasamos un buen rato por allí entre bañitos y descanso, y antes de volvernos visitamos de cerca los restos arqueológicos que hay. Primero el Ahu Nau Nau, restaurado en 1978 y que tiene 7 moais, algunos con pukaos y otros con unos relieves donde se ven bastantes manos y “taparrabos”… y después el Ahu Ature Huki, sobre la que está el primer moai que se puso en pie en toda la isla.
Según cuenta la tradición, esta playa tiene bastante relevancia histórica ya que fue aquí donde el Ariki Hotu Matua (primer rey de la isla) desembarcó y fundó un poblado que seria el origen de los Rapa Nui.

Cuando atardece nos volvemos al pueblo a hacer las compras de turno y a casa. Hoy toca cena de tortilla de patatas y ensalada. ¡Nada mal!
La primera parte de nuestra estancia en la Isla de Pascua cumplió ampliamente con nuestras expectativas y, desde luego, la segunda parte no iba a ser menos. Pero eso os lo contamos en el siguiente post!
Me encanta este formato!!! Se ve genial y no me vuelvo loca con Facebook !!
Qué pedazo de viaje!!! Me ha encantado! Seguir contando please!!!
Muchos besos!!!
¡Muchas gracias Itziar! Nos alegramos de que te guste y de que te pases por aquí. Seguiremos contando, claro que sí… esperamos seguir viendote por aquí. ¡Un beso!
Chicos que maravilla, una pasada, vuestra aventura contada con tantos detalles, no hace disfrutar con vosotros. Besicos y deseando la segunda parte.
¡Hola Ana!
¡¡Ahora mismo os seguimos contando!!
Muchos besos de vuelta y gracias por pasarte por aquí
Me ha faltado una s…….quiero decir “nos hace disfrutar con vosotros”. jeje.
¡jajaja! ¡Se entendía, tranquila!
Muchos besos
Impresionante el sitio!! Nos hemos muerto de envidia, y ya estamos deseando buscar un hueco en esta vida para ir a ver esa maravilla del mundo..
Gracias por compartir esas aventuras con todos nosotros.
¡¡Hola Rober!!
Es impresionante, sí. Aunque le falta un poco de monte… jajaja.
Gracias por pasar por aquí. ¡Qué alegría saber de vosotros!
Un abrazo enorme
Si siempre disfruto con vuestras publicaciones. Esta ya ha sido el no va más. Qué manera tan clara y bonita de contar el día a día. Ha sido como volver a vivirlo. Algunos detalles ya estaban archivados en alguna parte del mi cabeza y ha sido muy bonito volver a repasar aquellos maravillosos días con vosotros.
Os quiero a más no poder!!
Besosss
Fueron unos días muy intensos y bonitos, y es genial poder revivirlo, ¿verdad?
Muchisimos besos de vuelta.
Ahora mismo tenéis la segunda entrega… que está ya en el horno.
¡¡Os queremos mucho!!
Os echaba de menos!!
Disfruto tanto con vosotros!
Un placer enorme leer y q compartais vuestras experiencias . Lo contais todo tan bien!!!
Besotes y hasta pronto!
Muchas gracias María.
Es una alegría leer que os gusta lo que escribimos. Nos anima a seguir contando este viaje que tanto nos hace disfrutar.
¡Muchos besos!
Bueno el verano y el postverano, me han impedido centrarme para comentar este post, aunque los leí cuando lo publicasteis y lo que más me marcó fué la intranquilidad que me dejasteis cuando os subisteis al coche dejando a los perros en la montaña, hasta que describisteis el desenlace estuve enfadado con vosotros !!!!!
Es muy bonito leer la ilusión que os hacía visitar esta isla, cuando lo estáis haciendo, como el resto del viaje, pero es cierto que el aislamiento, relativo hoy en día, del entorno le da un halo especial, me parece bonito que al estar en una isla podáis disfrutar de amaneceres y atardeceres especialmente fotográficos, que tengáis una residencia fija y podáis desplazaros sin grandes distancias, en fin que parece una semana cómoda, por evitar el permanente traslado con la mochila.
Además el espectáculo de los moais, que transmitís que están por todas partes, (aunque no sea así yo me lo imagino). La naturaleza distinta a lo vivido hasta ahora (parece que no hay muchos arboles) y la ilusión que me ha hecho ver Garcia en la tarjeta de Ilorana al esperaros.
Otro rato placentero, acompañandoos en el viaje, que después de haber compartido con vosotros unos días, me resulta como más cercano.
Muchos, muchos, muchos, muchos besos (como Sabina con mucha policía y más)
Sí que había bastantes moais (no por todas partes, pero casi :)) Os recomendamos, en cuanto podáis, que vayáis a comprobarlo. Desde luego no deja indiferente a nadie. Como sabes, somos buena gente y volvimos a por los perritos… jijiji Nunca más quisieron volver a salir de paseo con nosotros… debían estar muertos.
Millones de besos para allá