Pensamos durante algún tiempo en saltarnos la visita a Vang Vieng durante nuestra ruta por Laos, ya que habíamos leído en algunos blogs que era el típico sitio de jovenzuelos mochileros que se emborrachan para hacer tubbing (tirarse por el río con un neumático mientras se van haciendo paradas a beber más) y poco más. Pero finalmente, nos animamos a parar.
Salimos de Phonsavan bien temprano una vez se hubo llenado la “van” de gente… y de carga. Curvas y más curvas, carreteras imposibles, montes y colinas nos acompañaron casi hasta Vang Vieng. Paramos a comprar algo de camino, y Javi se peleó un poco con las señoras del mercado que nos querían cobrar el doble que a los demás pasajeros del bus, jijiji. Aun así, molan mucho estos pequeños mercados… nos encanta parar en ellos. Hicimos un medio amigo en la furgoneta, un soldado que hablaba algo de inglés con el que estuvimos conversando un rato, y gracias a él, al llegar a Vang Vieng, nos salvamos de que nos dejaran en la típica parada de bus que está a tomar por saco. A pesar de que nos insistían en bajarnos allí el chico le dijo al conductor que no, que íbamos al pueblo, y que nos dejara más cerca. Y así fue, nos dejó en un pequeño cobertizo donde esperamos a que pasara la tormenta que se había desatado.
Y es que la temporada de lluvias comenzaba a notarse. Habíamos tenido bastante suerte los primeros días, pero ahora ya empezaba a llover todas las tardes.
Cuando la lluvia nos dio una tregua nos movimos a buscar sitio para dormir.
Acabamos en un sitio que habíamos visto en Booking que, aunque era algo más caro que otros, tenía buena puntuación. Y la verdad, no acertamos. Un rollo muy hippie pero del hippie guarro (os iba a poner una foto del baño pero es que es lo peor). Se llamaba Outlander. Así es que no duramos mucho tiempo allí.
Esa tarde siguió lloviendo sin parar así es que pensamos en dedicarla a descansar y poco más. Pero como Javi no se puede estar quieto pues se animó a salir a correr bajo la lluvia y allá que se fue, a la famosa “Blue Lagoon” en modo running. El camino es una preciosidad, montañas cársticas y campos de arroz… rural rural.
¿Y la Blue lagoon? Ese sí que es el típico sitio lleno de guiris borrachos. Había un montón de chinos y coreanos saltando escandalosamente en la piscina. Se organizan excursiones desde la ciudad para llegar a la laguna en una especie de karts y a beber y saltar. También hay una cueva chula en el recinto, que hay que tener cuidadito para subir porque hay unas escaleras algo empinadas que resbalan que no veas.
Esa noche salimos a descubrir el pueblo, que realmente no tiene mucho, ahora… puestos callejeros de bocatas… para aburrir. ¡Pero una pasada! Y prácticamente todos iguales. Eso sí, más caros que en otros sitios del país.
Acabamos cenando en un sitio que estaba bastante lleno de coreanos una barbacoa. Un café con wifi para trabajar un poco y a dormir.
A la mañana siguiente nos fuimos en bici a la búsqueda de las cuevas que hay hacia el norte. Eso era algo bueno de nuestro mierdi-hostel, que te prestaban bicis gratis. Así es que como el check-out era a las 12 nos daba tiempo a dar una vuelta antes de devolverlas.
Después de desayunar en el hostel (desayuno sencillo, pero también estaba incluido) pusimos rumbo al norte en bici.
En cuanto te alejas un poco del pueblo la cosa cambia, los paisajes son muy chulos, llenos de montañitas, campos de arroz, pequeños pueblos… y vidilla local. Todo mucho más auténtico.
Después de un buen rato rodando (se puede alquilar una moto, más rápido seguro que es) llegamos al desvío y nos metimos hacia la zona de las cuevas.
El camino no era muy allá, atravesamos un puente de madera, y de repente… ¡Mierda! Pinchazo. No nos había pasado todavía, y ya habíamos alquilado bicis más de una vez.
Ayyyyyy…. No sabíamos qué hacer porque aún nos quedaba 1km y medio hasta la primera cueva y, además, se estaba haciendo tarde y no teníamos ni idea de cómo íbamos a hacer para arreglar la rueda. Por suerte un chico de la zona nos vio y nos dijo que saliendo a la carretera principal a mano izquierda había un sitio que arreglaban ruedas. Le preguntamos cuanto nos podía costar y nos dijo que sobre 1 dólar más o menos. Así es que allá fuimos, después de darle las gracias. Despacito, caminando, deshicimos el camino hasta la carretera principal. Allí fuimos a parar a una especie de taller-tienda-de tó, donde con señas nos entendimos con la señora para que nos arreglara la rueda. Oye, que capacidad. Fue superrápida, nos la arregló en un periquete. Y cuando terminó… nos escribió el precio en un papel… ¡bien! 10.000kips, más o menos 1$. Esta vez se nos pasó preguntar antes.
Tras dar las gracias nos despedimos y cancelamos la idea de ver las cuevas. ¡Para la próxima! Regresamos al pueblo, devolvimos las bicis, hicimos el check out y encontramos un sitio por Booking.com por 70.000kips con desayuno al que, sorprendentemente, Javi había ido a preguntar en persona el día anterior y le pedían 120.000kips. Francamente, no entendimos nada, pero bueno, estaba bien de precio y tenía desayuno incluido (y vaya desayunaco) y eran muy amables. Por cierto, que también incluía el precio de la habitación… chupitos de whisky por la noche. WTF!!! Se llamaba Army Barracks Hostel.
Comimos en un sitio sin nombre en frente del nuevo alojamiento que estaba más que bien. Nos gustó un montón como cocinaba la señora, era más barato que el resto del pueblo y nos trataron fenomenal. ¡Menos mal que aún quedan sitios así en Vang Vieng!
Esa tarde Javi se quedó currando y yo me animé a ir a la Blue lagoon en bici. Alquilé una mountain bike por una tarde y allá que me fui. Me puse en marcha y para salir del pueblo me cobraron por cruzar el puente (cosas de Laos, si te vas a un puente menos turístico no te cobra nadie). Son 50cts nada más pero es curioso este tingladillo que montan en los sitios más turísticos. Crucé y me puse en ruta. El camino es súper bonito, te vas acercando a las rocas, hay muchos campos, ganado… me crucé a un montón de asiáticos en esos karts-quads haciendo el cabra, y llegué a la Blue Lagoon justo para dar una vuelta, subir a la cueva (no llegué al fondo) y hacer unas fotitos.
De vuelta se me ocurrió la brillante idea de hacer una ruta circular, y en vez de volver por el mismo camino dar una vuelta más larga… ¡en qué momento! Al principio el camino no era asfaltado, pero más o menos se podía ciclar, pasé por un bosque de piedra muy chulo y disfruté del paisaje un montón. Poco a poco se fue complicando la cosa, y para más inri me quedé sin batería en el móvil (no hay fotos de este rato), con lo que no podía ver en el mapa si iba por buen camino… y de remate estaba anocheciendo. Al principio pregunté un par de veces y los lugareños me enviaban de vuelta a Vang Vieng por donde había venido, y yo toda chula les decía… no, no… que ya he venido por allí, quiero hacer una ruta circular. Algunos me entendían y me decían ok, otros sólo se reían… Conforme se iba complicando la cosa, le iba viendo menos la gracia. La ruta es plana, pero el estado de las carreteras iba empeorando, era temporada de lluvias y eso se notaba… y luego descubriría que encima que hay una planta de extracción de áridos en la zona y había un montón de camiones gigantes de transporte que se movían por allí y, claro, destrozan el camino.
Me empecé a preocupar, estaba anocheciendo y no veía salida, además ya me dolían las piernas… me encontré a un crío que se me acercó -yo creía que a saludar- pero se puso a hacerme gestos obscenos… ¡Lo que me faltaba! Más adelante pregunté en una casa con luz que me dijeron que iba por buen camino. Por fin, al cabo de un rato que se me hizo eterno aparecí en la carretera principal. Ya allí pregunté en una tienda que me indicaron con la mano el camino ¡Eso ya me sonaba! Llegué, tarde, de noche, y con barro hasta las cejas. Y un poco hasta las narices de la bici, la verdad. Cuando fui a devolver la bici la familia que me la alquiló no sabía si reír o llorar al ver la bici y mis pintas. Una ducha laaaarga y calentita y como nueva.
Cenamos en el mismo sitio que habíamos comido. No somos muy de repetir sitios, pero ese día estábamos cansados y tampoco recordábamos nada en el pueblo que nos molara mucho. Y no tardamos mucho en ir a dormir.
Al día siguiente dejábamos Vang Vieng. Lo del tubbing lo dejamos para otra ocasión, no nos llamaba mucho la atención y, además, el clima no acompañaba nada. En cualquier caso, los alrededores de Vang Vieng bien valen una visita (y las cuevas, nos dijeron, que también). Aunque no está de más decir que, probablemente, es de las zonas de Laos que menos nos marcó.
Por la mañana buscamos un billete de bus barato (hay dos compañías de “vans” y no encontramos otro tipo de transporte, y eso que fuimos a preguntar a la “estación de autobuses” y todo). Nosotros elegimos la empresa más barata y no nos fue mal. Se liaron un poco hasta que colocaron a todo el mundo en su sitio y nos pusimos en marcha. Y así terminaron nuestros días en Vang Vieng, en un bus rumbo a la capital de Laos, Vientiane.
Si quieres leer algo más de la vuelta al mundo busca AQUI
Si te apetece conocer las etapas anteriores de nuestro diario de viaje por Laos mira AQUI
Cómo llegar a Vang Vieng desde Phonsavan
Furgoneta a las 8 a.m. que nos costó 100.000 kips
La estación de buses está lejos, pero las camionetas pasan por un apeadero en la carretera a la altura del pueblo. Insistid en que os dejen allí.
AlojamientoArmy Barracks 70.000 kips con wifi, baño privado y desayuno incluido. (Era oferta de apertura)
Alquiler bici 20.000 kips
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