La noche en el tren discurrió con gran tranquilidad. Era un tren totalmente nuevo, con servicio a bordo y restaurante para poder cenar (solo si reservabas antes). Los asientos casi no se reclinaban y a las 4 de la mañana un revisor pasó a comprobar por tercera vez nuestros billetes, pero por lo demás dormimos bastante.
El tren se detuvo en un par de estaciones antes de llegar a Bahía Blanca y, puntual como un reloj, nos dejó en nuestro destino a las 8:30 de la mañana. Al poco rato llegó Luis a recogernos para llevarnos a su casa. ¿Y quien es Luis? Pues es el hijo de María, una gran amiga de mi madre (Reme), que vive en Bahía Blanca con su mujer Alicia, su hija Carmina y su perrita Maja. ¡Son un sol de familia! No nos conocíamos de nada, pero llevábamos el contacto y desde Buenos Aires les escribimos con la intención de conocernos y pasar unos días con ellos. ¡Qué gran acierto! Con ellos compartimos unos días fantásticos. Pero bueno, no quiero adelantar acontecimientos…
En Bahía Blanca no teníamos ningún plan montado. Tan solo llegar, conocer a Luis y familia y estar unos día por allí sin grandes pretensiones… Llegamos a la casa y desayunamos todos juntos café y unas facturitas buenísimas (bollería tipo mini croissants, muy típica de Argentina). Nos instalamos en un cuartito que nos dejaron para nosotros solos, y conversamos largo y tendido. Como bienvenida nos tenían preparada carne para, si nos apetecía, hacer un asado en la parrilla del patio de su casa. ¡Como no! Nos pusimos manos a la obra y pudimos disfrutar de una carne de vaca espectacular y un cordero patagónico alucinante.
Vino y cervecita argentina (La Patagonia está buenísima) y un kilo de helado de postre (que curiosamente, se puede pedir a domicilio y te lo traen a casa). Comilona, copichuelas y siesta para recuperarnos del viaje y de la comida… jeje.
Después paseo por el pueblo donde nos mostraron la plaza, el teatro y algunas de las calles principales. Y por sino habíamos comido suficiente nos llevaron de cena a un sitio que se llamaba “El Vasco”, o algo así, donde probamos unos crepes de salmón y una lasaña de merluza buenísima. Estuvimos un buen rato hablando con el dueño, que había vivido en España una temporada, y le preguntamos que dónde podíamos comprar pescado para hacer arroz a banda o algo así. Nos explicó donde queda la pescadería y nos regaló un kilo de arroz para que nos acordásemos de él cuando nos comiéramos la “paella”. Le invitamos a que viniera al día siguiente, pero tenía mucho lío en el Rte.
Antes de ir a dormir nos tomamos unos fernets con cola, que es finde, y mañana más. (El fernet con cola es una bebida típica de aquí, sobre todo de Córdoba. Es un licor de yerbas algo amargo pero con la coca cola está bueno. A veces lo toman de aperitivo y otras veces tipo cubateo, ¡No está mal!)
El día siguiente tocaba playita. Fuimos a Pehuen-co, una playa bastante virgen que está separada por dunas de las casitas del lugar. Pasamos por una casa-barco que alguien se había construido en tierra, pero de hormigón y todo, ¿eh?, y a la playa. Hizo un poco de viento, por lo que lo de bañarnos lo dejamos para otro día. Estuvimos muy entretenidos y Carmina se lo pasó de maravilla. Comimos allí mismo unos súper panchos (perritos calientes grandecitos) y ya por la tarde-noche regresamos a Bahía Blanca. De camino, en un stop, un señor mayor medio empanado nos dio un golpe en el coche por detrás. ¡Vaya susto! Menos mal que no fue nada, y el tío aún se quejaba de que habíamos frenado en el stop… en fin, la forma de conducir en Argentina es para verla… Esa noche vimos el documental que Luis le hizo a su abuela “Amor Sanjuán”. Resulta que él se fue a Bahía Blanca en busca de información sobre su abuela, que había residido allí tras exiliarse de España, con la intención de hacer un documental sobre su vida. Es muy interesante porque antes de morir la mujer se grabó la voz narrándole retazos de su vida y esto también forma parte del documental. Nos gustó mucho y nos quedamos con ganas de más. Es un gran trabajo y tenemos la seguridad de que esto podría dar mucho de si porque la historia es increíble.
Otro día lo dedicamos a pasear por la ciudad y por la tarde acercarnos a Ingeniero White, que es donde está el Puerto de Bahía Blanca, creemos que es el segundo más importante de Argentina y es desde donde se envían a España, y otras partes del mundo grandes cargamentos de soja y cereales para fabricar nuestros piensos. Seguro que Javi ha comprado alguna vez cereales provenientes de este puerto así que la visita fue especial. Además de lo que significa, el paisaje industrial es muy impresionante, aunque da la sensación de que está un poco “dejado” y de que está un poco venido a menos, ¡una lástima!
En el puerto también hay mucha actividad pesquera y de vuelta a casa paramos en una pescadería cercana y compramos para preparar el arrocito esa misma noche. ¡Menuda odisea para encontrar material para hacer caldo de pescado! Aquí venden tooooodo el pescado limpio, en filetes, y los mariscos sin conchas, las gambas peladas… preguntamos un día y un pescadero nos dijo que “a los argentinos les gusta el pescado así”. De hecho la mayor parte de las cosas las venden congeladas, también en las pescaderías de pueblos o ciudades tan próximas al mar. Finalmente conseguimos una pescadilla entera que, textualmente, “aún no les había dado tiempo a limpiarla”, un trozo de atún, camarones (gambas), y calamares… compramos el resto de cosas y a casa. Antes de empezar nos tomamos una especie de vermut, “Amargo obrero” sí, estaba amarguete pero bueno. Bien animados nos pusimos a hacer el arroz a leña… Salió espectacular, de los mejores que Javi ha cocinado y eso que le salen muy buenos casi siempre. Preparamos su all i oli y todo y nos pusimos tibios. Vino a cenar el Laucha, un amigo de Luis y Alicia y nos dijo que le había gustado muchísimo, que ahora a ver qué es lo que le preparaba Luis la próxima vez que le invitara a una paella… ¡jajaja! Pasamos una gran noche comiendo, charrando y tomando alguna copita…
El último día lo dedicamos a currar un poco, jugar con Carmina, y aprovechar el rato que nos quedaba con Luis y Alicia. Nos prestaron su coche para pasear por la ciudad y comprar los billetes para esa noche. Comimos juntos unos sorrentinos buenísimos, unos que compramos y otros que había hecho la mama del Laucha, el amigo de Luis (¿os hemos dicho ya lo buena que está la pasta fresca en Argentina, verdad?) y por la noche nos llevaron a la estación de buses.. tocaba despedida. ¡Pero qué pena! Han sido unos días geniales de bajar el ritmo, descansar, pasear, conversar, comer, beber, jugar… nos ha encantado venir a visitar a Luis y Alicia. Son tan majos que no solo nos llevaron en bandeja, si no que nos hicieron unos regalos de despedida: dos camisetas chulísimas y un par de bolsas kit para el viaje con dulces, galletas, agua, barritas de cereales… no nos podemos quejar, muchas, muchísimas gracias amigos, ha sido un lujo conoceros. ¡Os llevamos con nosotros ya para siempre!
Cargamos las maletas en el bus (que por cierto aquí el cargador pide propina) y nos abrazamos para despedirnos emplazándonos a vernos de nuevo en España. ¡Un gusto familia!
El bus resultó comodíiiisimo y, al menos yo, dormí como una campeona hasta las 8 de la mañana…
A las 8:30 descendíamos del bus en nuestro siguiente destino, Puerto Madryn, la Patagonia atlántica. La cuna de las ballenas francas (en otra temporada, eso sí).. Desde la terminal del bus (que hay WIFI), tal y como habíamos quedado, escribimos a Julieta, nuestra anfitriona en la ciudad y vino a recogernos. En seguida congeniamos con July. Es una chica majísima, muy atenta y muy divertida. Descargamos las mochilas en la casa y nos presentó a Lúa, su cobaya (o cobayo como les dicen en Argentina), su mayor compañía en casa y a la que quiere un montón. Salimos a dar una vuelta por la ciudad y el sol lucía con fuerza, de hecho a mí me pareció que la luz era como más blanca, más intensa… fuimos al paseo marítimo y July nos habló un poco de la ciudad, del turismo, de qué ver y qué hacer ahora que no es temporada de ballenas (que es más o menos de junio a diciembre) Paseando por allí nos encontramos con los padres de July, que estaban haciendo unas gestiones en la ciudad y en un rato se iban al pueblo, a July se le ocurrió que podía apetecernos ir a conocer el pueblo de sus padres. ¡Claro que sí! Esto de viajar sin prisa tiene estas cosas, que permite improvisar un montón. Regresamos a casa, cogimos ropa para pasar una noche fuera y pusimos rumbo a Dolavon, un pequeño y tranquilo pueblo en el valle.
Esa zona se caracteriza por haber sido colonia galesa (entre otras influencias) y por la zona hay monumentos, banderas o incluso se conservan algunas costumbres heredadas de aquella época, como tomar el té y hablar en galés. Después de comer todos juntos nos fuimos a recorrer el pueblo, que tiene unas curiosas norias cada pocos metros y nos acercamos también a Gaiman, otro pueblo de herencia galesa (aquí todavía más intensa) de la zona que está repleto de casas de té. Ofrecen un servicio de “tetera sin fondo” (que es que puedes tomar todo el té que te apetezca) y tartas incluidas, por unos 200 pesos (12€) por persona. A nosotros se nos iba de presupuesto, y habíamos comido tarde así es que decidimos dejarlo para otro día. En Gaiman fuimos a visitar a Pablo Agustinhos, un veterinario con el que Javi había contactado que también se dedica al mundo porcino. Tomamos unos mates con él y quedamos para el día siguiente. ¡Nos cayó muy bien, Pablo!.
Esa noche, al regresar a Dolavon el papá de July nos preparó un asado muy bueno, donde destacaban unos chorizos que estaban de muerrrrrte. Y es que la familia de July había tenido una pequeña carnicería familiar hasta hacía algunos años. Antes de cenar aprendimos a hacer alfajores de maicena con su madre y tras un rato de sobremesa nos fuimos todos a dormir.
A la mañana siguiente Javi salió a correr un poco por el pueblo y después nos dirigimos a Trelew, el pueblo más grande de la zona, donde habíamos quedado con Pablo. Vino a recogernos a la terminal de bus y tras recoger a su socio, nos invitaron a comer a Rawson, la zona portuaria. Un restaurante, la “Cantina Marcelino” con unos pescados buenísimos muy frescos y raciones muy abundantes. Se pasaron la comida hablando de chanchos, menos mal que ya me voy acostumbrando y hasta me entretengo…
Después de comer fuimos a casa de Pablo a recoger a dos de sus hijas y nos fuimos los cinco a Punta Tombo. ¿Y qué hay en Punta Tombo? Pues la que por lo visto es la mayor colonia de pingüinos de Magallanes que existe en el mundo. Nos son los pingüinos negros y naranjas de los dibujos, son pingüinos blancos y negros de unos 50cm de alto que son una pasada.
El camino en sí desde Gaiman o Trelew hasta aquí se hace largo, pues no está asfaltado, es todo ripio (grava) y no se puede correr mucho, y como nos habíamos entretenido un poco comiendo creíamos que no íbamos a llegar. Tuvimos un montón de suerte porque si no hubiera sido por Pablo no podríamos haber ido a verlos ya que los precios de las excursiones desde Puerto Madryn se nos salían absolutamente de presupuesto (unos 50 euros por persona sólo el transporte a Punta Tombo y no existe transporte público). Finalmente llegamos a tiempo, pagamos la entrada (180 pesos para extranjeros, unos 11 euros) y comenzamos a recorrer el paseo hasta llegar a la playa. Era muy emocionante ver pingüinos. Hicimos cien mil fotos. Al principio a pingüinos solos y luego ya a grupos de ellos… Mira que el señor de la puerta nos dijo que no nos entretuviéramos demasiado con los primeros que al final había muchos más… y la verdad que sí, que al final había muchos más, aunque no tanto como en otras épocas del año, pues en marzo empieza la migración. Para nosotros que nunca habíamos visto pingüinos fue increíble, aunque Pablo decía que otras veces había visto más, y que antes el camino que se podía recorrer era mucho más largo. Ahora, por seguridad para los pingüinos, está todo mucho más acotado y el recorrido bien marcado, aún así encontramos varios pingüinos que circulaban por las pasarelas de madera para peatones y otros que se acercaban mucho.
Volvimos súper emocionados, la única pena es que no nos dio tiempo a ir a visitar la granja de Pablo, así es que lo dejamos pendiente para otro día.
Pablo nos dejó de nuevo en Trelew y allí pillamos un bus a Puerto Madryn. Al final llegamos más tarde de lo que pensábamos, y al llegar a la casa nos estaba esperando July con unos pedazos de pollo que compró para cenar. Cenamos juntos, y estuvimos hablando un buen rato, poniendo videos en YouTube de bailes típicos españoles o argentinos. Nosotros le pusimos sevillanas, chotis, sardanas y jotas, y ella nos enseñó lo que es la Chacarera, la Zamba o la Cueca. ¡Hay vida más allá del tango en Argentina!
Agotados y felices nos fuimos a dormir.
La mañana siguiente lo dedicamos a preparar cosas para irnos de excursión a la Península Valdés, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999, en su propio sitio web indica: “es un lugar de preservación de mamíferos marinos de importancia mundial. El sitio alberga importantes poblaciones reproductoras de ballenas francas en peligro de extinción, así como de elefantes y leones marinos”
Preparamos un arrocito meloso con gambas y pescado para comer con July (de nuevo complicadísimo encontrar algo de pescado para hacer un caldo, y eso que estamos al borde del mar). Tras dar buena cuenta de la comida nos despedimos de ella, que se iba a trabajar y pusimos rumbo a nuestro destino en transporte público.
Tomamos un bus a Puerto Pirámides, que es la única “población” que se encuentra dentro de la Península Valdés, donde al ser parque nacional, tuvimos que pagar para entrar. No es una zona fácil de visitar, pues no hay colectivos (buses) que recorran la península, tan sólo te llevan hasta Puerto Pirámides así es que o llevas tu propio coche o vas con una excursión organizada. Hay quien prueba el auto stop, pero fuera de temporada no parecía muy buena idea. Nosotros tuvimos la gran suerte de conocer a Pablo y con ellos fuimos de ruta por la península. Puerto pirámides es una población minúscula pero con cierto encanto. Tiene una playa que con marea baja es súper amplia y que en temporada alta debe estar repleta, pero que ahora estaba muy tranquila.
Paseamos un rato y cuando llegaron Pablo, su mujer y sus tres hijas nos fuimos los 7 rumbo a Pardelas, una playa algo más alejada en la que está permitido acampar Allá había dos o tres caravanas, y allí montaron Pablo y su familia su casilla (así llaman acá a la caravana). Nosotros montamos al ladito de la casilla una súper tienda de campaña que nos prestaron ellos mismos. Justo al atardecer, dando un paseo por esa playa en la que apenas nos encontrábamos diez personas, salen del mar a visitarnos tres pingüinos. Uno detrás de otro. Y se acercaron un montón a donde estábamos. Parecía como si les resultásemos curiosos y se aproximaban a mirarnos… nosotros, casi sin movernos y en silencio, disfrutamos un montón del momento… casi podíamos tocarlos.
Atardeció y terminamos de preparar la tienda de campaña. Pero…¿Qué pueden hacer unos argentinos para cenar en medio de una playa casi desierta? Efectivamente, un asado impresionante bajo las estrellas que nos comimos en el avance de la caravana porque ya refrescaba. Cada caravana tenía en su puerta un asador, jijiji. Buena costumbre esta del asado.
Tras disfrutar de una breve sobremesa y contemplar las estrellas un buen rato con un cielo brutalmente limpio, nos fuimos a dormir. Hizo frio y viento, pero no dormimos nada mal. Nos despertamos y ya teníamos el desayuno preparado. Tras desayunar pusimos rumbo, en el coche de Pablo, a recorrer toda la Península de Valdés. El mayor atractivo de la zona son las ballenas, pero cuando nosotros llegamos ya no era temporada de avistamientos, así es que nos dirigimos en primer lugar a las Salinas (grande y chica) donde dimos un paseo haciendo cientos de fotos, y pusimos rumbo a Punta Delgada, donde nos dijeron que ya no había lobos de mar (aún así nos ofrecían un paseo por la playa donde suelen estar los lobos pagando cada uno más de 15 euros… no, gracias, ya si eso otro día).
Pasamos por la Caleta Valdés, y nos metimos un poco hacia la costa cerca de una caseta del guardaparques que Pablo conocía. No vimos al guardaparques, pero Pablo nos llevó a donde éste le había llevado algunos meses atrás, unos acantilados con unas vistas preciosas y un montón de leones y elefantes marinos. Finalmente apareció el guardaparques y amablemente le dijo que a esa zona solo se podía ir con él. Ups! No pasa nada, “no hay drama”, le dijo, pero bueno, que lo sepa para la próxima vez. En la zona norte de la península estaban rodando una película sobre la vida de un guardafaunas, Roberto Bubas, que tenía un gran vínculo con las orcas… creo que hasta nadaba con ellas. Ahora me acabo de enterar que sale Maribel Verdú. ¡Mira que no haberlo sabido entonces! Jeje. Se va a llamar “El faro de las Orcas” al menos, eso he leído por ahí. Vimos los sets de rodaje, unas cabañas que habían construido para la filmación o el caballo para la peli que era en realidad hermano del caballo que tuvo Roberto cuando vivía por allí.
Seguimos ruta y por el camino vimos un montón de guanacos, que son camélidos “primos” de las llamas pero más esbeltos, también algún zorro y ñandúes. Pero el punto estrella de la excursión fue llegar a punta norte, donde mientras almorzábamos algo vinieron varios “peludos” (es como llaman aquí a los armadillos) a ver si les caía algo. Fuimos a ver las colonias de lobos marinos y nos dijeron que esa zona es en la que a veces se ven orcas, que merodean por allí y que en contadas ocasiones se acercan a la playa a comerse algún león marino despistado sobre todo en época de cría, pero todavía no era temporada. La colonia es bien grande había lobos adultos y otros pequeñitos súper monos que jugaban en pequeños grupos. De repente, mientras comíamos vino corriendo un guardaparques a avisarnos de que a lo lejos se llegaba a ver una orca. Echamos a correr y tuvimos la inmensa fortuna de poder llegar a verla en tres ocasiones, eso sí, a lo lejos reconociendo el terreno. En seguida empezaron a llegar 4×4 con algunos turistas y guardaparques de otras zonas de la península, seguimos todos en silencio esperando un buen rato, cámaras y prismáticos en mano pero ya no se dejó ver más.
Contentos por lo vivido, pero sin perder tiempo regresamos rumbo a Puerto Pirámides donde a las 18:00 teníamos que tomar el bus de regreso a Puerto Madryn. Allí vivimos una situación surrealista. Al ir a comprar el pasaje nos pidieron 91 pesos, cuando el día de antes de ida habíamos pagado 76. El chofer nos dijo que “había subido” pero nos resultó muy mosqueante”… esperamos a que llegaran el resto de pasajeros, y efectivamente, a todos nos dijo lo mismo. Se armó un poco de revuelo, sobre todo por parte de la gente de allí, pero no hubo más remedio que pagar y asumir la gran inflación que sufre Argentina. Y la verdad es que es una pasada, no nos sirven para nada las referencias de precios de las guías de viaje o de los relatos de bloggers que han estado por aquí. Muchos precios se han duplicado, incluso triplicado (por eso ponemos algunos precios en euros. Como referencia ahora el euro está a unos 15,5 pesos).
Nuestro tiempo en Puerto Madryn se acababa. Cenamos esa noche con July para despedirnos en un restaurante italiano una pasta bastante buena con un servicio bastante malo (Giuseppe, se llamaba). Al día siguiente nos dio tiempo a alquilar unas bicis y recorrer la costa de Puerto Madryn hasta llegar a la Punta Este, pasando por la escultura del indio Tehuelche y por algunos restos arqueológicos de la costa. Nos encontramos con una 10k. ¡Pena de no haberlo sabido antes, Javi seguro que hubiera participado!
A las 14:00 salía nuestro bus al próximo destino… al sur del sur… al fin del mundo: Ushuaia.
Gracias mil a Luis, Alicia, Carmina, July y su familia y Pablo y su familia. Sin todos vosotros esta etapa del viaje no habría sido lo mismo. Sin duda una de las mejores cosas que nos vamos llevando con nosotros, es la increíble gente que vamos conociendo. ¡Hasta pronto!
Pronto volveremos por aquí a contaros la siguiente etapa del viaje… si queréis ser los primeros en enteraros podéis suscribiros al blog en el formulario que hay al final de la página. 🙂
Begoña Lorente says
Todo me parece precioso y alucinante, pero me emociona especialmente las experiencias vividas con la gente que vais encontrando por el camino y que tan bien os guía, acompaña y cuida. ¡Impresionante la de gente maravillosa y desprendida que hay por el mundo!
BuscandoaCochet says
La verdad es que somos muy afortunados, no nos podemos quejar… ¡Nos hemos encontrado con gente genial! Aún os quedan algunos por conocer… Besos
Reme says
Me ha encantado lo de Bahía Blanca, como describes a Luis y a su familia y me alegro que vieseis el corto de Amor San Juan. Es una historia muy bien contada, en gran parte, por ella misma. Pero sobretodo me ha cautivado este Post por lo que contáis y por lo bien que lo hacéis. Ya está muy dicho; peroooo, es como viajar con vosotros. Bueno, “casi”.
María te manda muchos besos, lo ha leído y se ha emocionado mucho. También os manda el correo para que le aviséis.
Muchos besos, muchos, para que vayáis cogiendo a demanda.
BuscandoaCochet says
¡Como nos gusta que os gusten los post! (y que nos lo digáis, claro). El corto nos encantó, la verdad… te quedas con ganas de más. ¡Seguiremos contandoos! Muchos besos a Maria (y a vos también… muchos más)
JK says
Qué envidia me dais….. Da gusto leer vuestras Crónicas Viajeras… Esperamos próximas entregas. Besikos.😜😜😜😜
BuscandoaCochet says
¡Muchas gracias! Poco a poco vamos avanzando… Muchos besos y gracias por pasarte por aquí y dejarnos un comentario! 🙂
Papá says
Que trabajo tan bueno habéis hecho para preparar el viaje, que suerte tenéis con la gente que encontráis y que buenos invitados sois, que parece que os merecéis lo que os ofrecen.
Menudo baño de naturaleza os estáis dando y menuda crecida de dientes tengo de leer tan descriptivamente claro el viaje, las situaciones, las comidas, los sueños y tantas cosas que se pueden vivir leyendo cada capitulo, yo me sitúo siempre en lo que leo (cuando me gusta) y por eso cada capitulo me llega a emocionar, pensando en como vivís y disfrutáis algunos momentos.
Como resumen una gozada vivir con vosotros el viaje, que siga todo como hasta ahora y vosotros disfrutando.
Besos y abrazos para aburrir y recordar lo mucho que os queremos
BuscandoaCochet says
Estamos viendo cosas increíbles y disfrutando de situaciones muy buenas con gente encantadora. Me gusta mucho que te emocione, es señal de que, al menos, un poquito de lo vivido, lo logramos transmitir. No dejéis de acompañarnos en la distancia, que con cada comentario que escribes os sentimos un poco más cerca.
Mil besos
Ana Mari says
Un verdadero placer seguir desde la distancia en km, pero en un rinconcito del corazón, este viaje- experiencia .
Es normal que encontreis gente encantadora por el mundo, ya sabeis el refan: “Dios los cría y ellos se junta”.
Segura estoy que algunos de los os reciben en sus casas y vemos en las fotos……algún día los veremos en La Encina.
Besicos a los dos.
BuscandoaCochet says
¡Ay, Ana! Nos encantaría poder presentaros a la gente buena que vamos conociendo por el mundo… Seguro que a alguno lo convencemos de que venga con nosotros al pueblo. Muchas gracias por comentar nuestros post, nos gusta mucho leerte, es como si no estuviéramos tan lejos. ¡Te dejamos encargada de repartir muchos besos y abrazos por La Encina de nuestra parte!
Melina says
Buenas noches!!!!! Disculpa que te escriba por aca!! No nos conocemos pero estas vacaciones tuve el enorme placer de conocer a Luis, Alicia y Carmina, coincidimos en las vacaciones y tuvimos (junto a mi marido e hija) unos dias geniales compartidos junto a ellos en la playa, por desgracia el ultimo dia que nos ibamos a ver tuve un pequeño accidente y no nos pudimos ver para seguir el contacto ni nada, solo sabiamos sus nombres y un poco de sus vidas, pero hasta ahi llegabamos… por esas casualidades vos tendras algun dato para poder contactarlos? gracias!!!!
BuscandoaCochet says
Hola Melina:
¡Bienvenida al blog!
Qué situación más curiosa.¡¡El mundo es un pañuelo!! jajaja.
Les paso tu contacto para que te localicen ellos.
¡¡Un abrazo!!